La iniciativa de Vitalicios para pasar de manera más amena la cuarentena en casa tuvo una gran repercusión entre los más grandes. Aquí están los ganadores del concurso sobre las mejores historias de pasión boquense... Gracias por participar.
El concurso "Mi anécdota Xeneize" llegó para hacer más amena la cuarentena de los socios vitalicios, recordar viejos momentos y, de paso, ganar algún premio. Y la respuesta de los hinchas, como de costumbre, estuvo a la altura de la historia xeneize. Cientos de anécdotas llovieron a la casilla de correo y, entre todas ellas, estas son las elegidas por la Subcomisión de Historia.
1) A Boca se lo respeta, por Fabio Baliño (socio vitalicio 13183)
Era finales de octubre de 1986 y hacia días que, después de 3 años en la categoría Cadete, me había convertido en socio Activo, ya que el 17 de ese mes había cumplido mis 18 años.
Me encontraba cursando el ciclo básico en la Universidad de Buenos Aires, uno de los derechos que trajo la democracia recuperada en 1983. El "CBC", como se lo conoce hasta nuestros días, reemplazo el examen de ingreso tan temible, y miles de jóvenes se volcaron al estudio universitario. Esto motivó cursadas multitudinarias, con más de 300 jóvenes en improvisadas aulas especiales, poco acondicionadas para eso, y de la que muchos se quejaban, aunque para mí, no era nada comparado con la popular de socios de la Bombonera a la que concurría con mi viejo desde que tenía uso de razón, y que para aquellas épocas ocupaba toda la 1er bandeja, justo al lado del foso.
La materia que cursaba era Matemáticas, y la sede era la de Paseo Colón al 1300, a la cual siempre iba con alegría, por sentirme cerca del templo.
Era jueves, 30 de octubre para ser exactos, una clase, como tantas otras de ese cuatrimestre, aunque un día especial para cualquier bostero, el Diego, reciente campeón del mundo, cumplía 26 años. La clase transcurrió con normalidad entre fórmulas y explicaciones, pero terminó de una forma poco particular, cuando uno de los ayudantes de la materia, pide silencio, realiza su saludo y agrega la siguiente frase: “Nos vemos el lunes, después del habitual triunfo de River”.
Muchos malos pensamientos se apoderaron de mí en ese mismo momento, pero lo peor fue no haber reaccionado a tiempo, cuando iba a contestarle, ya los 300 y pico de alumnos se habían levantado y estaban presurosos para irse, por dentro me preguntaba si no lo habían escuchado. "¿Soy el único que se percato de lo que dijo? ¿No saben que el domingo jugamos de local contra ellos?", me preguntaba.
Esos días hasta el momento del partido fueron interminables, hacia 2 años que no le ganábamos a las gallinas, y para colmo, el partido anterior a este en la Bombonera, había sido el de la pelota naranja. Por suerte es lo único que recuerdo de él, je. ¿Entendían los jugadores que este no era un partido más? Que Boca venia golpeado, tanto en lo futbolístico como en lo institucional y nos estaban perdiendo el respeto? Que no nos podíamos permitir, que “cualquier” ayudante de cátedra, ni ningún otro diga lo que dijo...
Llegado el domingo, después de una noche mas sin dormir, como antes de todo clásico, fuimos para la cancha, ahí si, ya no era el único, todos queríamos ganar ese partido, costara lo que costara, como dice la canción.
El Loco, el “Ruso” Abramovich, “Pipa” Higuain (padre), el multifacético Roberto Passucci, jugando de 6, “Quique” Hrabina, Ivar Stafuzza, en sus comienzos de 8, el “Uruguayo” Krasouski, y el “Chino” Tapia, el “Murcielago” Graciani, la “Chancha” Rinaldi, y “Comitas”, por Dios, ni que me hubiesen escuchado! Dejaron todo en la cancha, y cuando digo todo, es todo, eh... Pero no quería entrar. Hasta que de pronto, faltando menos de 20 minutos, cae una pelota llovida en la puerta del área chica, “Comitas” estaba de pesca, la agarró como venía, zapatazo y goooool. Boca 1 – Los otros 0. Y así terminó nomás.
Mi alegría desmedida se disimulaba, porque un triunfo así, nos hacen desbordar a todos, pero yo sabía que tenía un plus, había algo adicional que los otros no tenían, una vez más los jugadores me habían contestado en la cancha lo que yo me preguntaba cuando hacía tres días terminaba la clase y un “cualquiera” decía “cualquier” cosa del más Grande. Pero parte de la justicia ya estaba hecha… La del equipo… Faltaba la mía, la del bostero de alma, eso no podía quedar así.
Lunes, después del partido, sede Paso Colón, clase de Matemáticas, 7:30 am, explotado de gente, más de la mitad entredormida, ejercicio planteado en el pizarrón, y el ayudante “cualquiera” que pregunta, el que sepa la respuesta levanta la mano. Mis nervios me traicionaban, nunca fui bueno para las fórmulas y en ese estado lo único que pude hacer es pedirle el resultado a mi compañero que quiso Dios ponerme al lado ese día, que ya la había resuelto. Tomo su hoja, levanto la mano y, entre la inteligencia prestada, mi ansiedad y la temprana hora, quiso que sea yo el elegido para decir el resultado. No era un improvisado, estaba esperando este momento, hacia 4 días que quería que llegara ese momento y no iba a desperdiciarlo. Un detalle no menor, es que estaba con pulóver, algunos de mis compañeros ya lo habían advertido, porque no era un día fresco, y con alguna alusión a cierta angina, estaba afónico no podía ser de otro modo, me había justificado. Fue entonces cuando me puse de pie, me quite el pulóver y dejando ver la mejor camiseta del mundo, que, hete aquí otro detalle, la había recibido de las manos del mismo Diego unos años antes en un sorteo en el programa “Todos Los Goles”, digo el resultado correcto por supuesto. Y le agrego socarronamente: "No sé si le faltan algunas ´Comas´... Ante la respuesta afirmativa, me hago el que no escucho, y le digo: "Disculpá, ¿está bien? Porque estoy sordo como una ´Tapia´..."
Para ese momento el “cualquiera” estaba más rojo que un tomate y a punto de explotar, pero así y todo me dice que sí, que estaba bien, a lo que cierro mi intervención con el broche: ´"Graciani", le digo. Y me siento ante el aplauso y algarabía de la mayoría de los que estaban, ahora sí despiertos, aunque no por interesante de la clase, sino porque Boca es Boca. Y se lo respeta, carajo.
2) "Gracias, cumpliste", por Gustavo Rey
No creía en los concursos. Soy encargado de edificio. En el 2000 un amigo que trabajaba en el mismo lugar me dice: "¿No vas a mandar los cupones del Olé para viajar a Japón?". En aquel momento los días martes salía el suplemento Boca en ese diario, donde venía un cupón que se debía enviar por correo para participar de un sorteo. El premio era un viaje a Japón con todo pago para ver Boca-Real Madrid. Tenía diez cupones y le dije a mi amigo: "Tengo 10, mandá 5 para vos y 5 para mí". El sorteo debía realizarse a fines de octubre. Cero esperanza. Recuerdo haber comentado en casa lo del concurso y mi hijo, que en ese entonces era muy chico, lloraba porque decía que me iba muy lejos, a lo que le respond: “Ganaste el viaje a Japón”. Me explotó el corazón, la cabeza, el alma. No podía parar de llorar, me parecía imposible, un sueño. Llamé a la agencia para asegurarme de que todo fuera verdad, y sí, era uno de los 20 ganadores. Me preguntaron si tenía pasaporte. No. “Hacelo urgente que no hay tiempo”. ¿Dónde?, ¿Cómo?, ¿Cuánto sale? Se hacía en la calle Azopardo y salía $100, les dije que no los tenía y me contestaron preguntándome si el cupón lo había mandado por Correo Argentino. “Si, también te ganaste $100. Pasá a buscarlos por la agencia y hacete el pasaporte”. Era el hombre más feliz del mundo, estaba tan emocionado que le conté a todos en el edificio, me ayudaron mucho. El padre de un amigo me aceleró el tema del pasaporte, otros me ayudaron con plata ya que se suponía que Japón era muy caro y yo no tenía un mango; un propietario fana de River me dio 100n dólares y me dijo: “Si salen campeones me voy a poner feliz solo por vos". Hice todos los trámites a tiempo, listo para viajar peeeeero... En esos días lo internaron a mi viejo, estaba jodido y le programaron una operación de corazón para un día antes del partido. Antes de viajar lo fui a ver y le dije: “Viejo si vos querés me quedo y lo vemos juntos”. Su respuesta: "Andá y tráeme la copa, eso me haría muy feliz".
El viaje, larguísimo y hermoso. Del partido qué decir.. A los 3, Martín. A los 5, Martín. 11 leones dentro de la cancha con el genio de Román y el maestro Carlos en el banco. Me parecía estar en una película. No puedo explicar con palabras lo que sentía y siento cuando recuerdo esos momentos. Pasó lo que tenía que pasar. BOCA CAMPEÓN DEL MUNDO. La vuelta al país fue hermosa, agotadora, pero con una felicidad enorme. De Ezeiza me fui al sanatorio a ver a mi viejo, ya operado y recuperándose. Me abrazó muy fuerte y llorando me dijo: “Gracias , cumpliste”.
Y yo que no creía en los concursos...
3) El sillón y el asfalto, por Guillermo Ferri
Una tarde de mayo de 1991, viajé al club para hacer un trámite en el Departamento Interior y Exterior. Allí me encontré con el fotógrafo de dicho departamento, José Luis Alonso, quien me invitó a recorrer el club, ya que debía esperar un rato. Primero fuimos al vestuario, donde gentilmente, los utileros nos dejaron ingresar. Luego de observar las duchas, el piletón y la utilería, nos dirigimos a Presidencia.
El primer obstáculo fue persuadir a la secretaria de Antonio Alegre para que nos permitiera pasar. Luego de un par de minutos, ya estábamos en el salón de reuniones de la Comisión Directiva. Una mesa grande donde debajo del vidrio que la cubría, estaban los nombres indicando el lugar que ocupaba cada integrante de Comisión Directiva. Las paredes estaban decoradas con las copas obtenidas hasta ese momento. Alonso me señala una puerta y me dice: “Ahí está el despacho de Alegre, vamos a pasar”, mi respuesta fue instantánea: “Estás loco, ¿y si viene?". Obteniendo como respuesta: "Nooo, hasta después de las 17 hs. no llega nunca”.
Allí me encontré con el escritorio, el sillón presidencial, y más copas y cuadros como decoración. El sillón era muy seductor. Mientras observaba, mi mente me decía: “Guillermo ahí estuvo sentado Alberto Armando y tantos otros Ilustres que hicieron grande al club de tus amores. Fue tan tentador, que giré y en un descuido... Me senté. Me sentía presidente.
Pasaron 5 minutos, y escuchamos un murmullo. No tuvimos tiempo de nada, al levantar la vista, me sorprende la cara de Don Antonio, que vaya a saber el motivo, ese día había llegado más temprano al club. Por supuesto que fue automático el levantarme del sillón: "Nooo, quedate sentado ahí, que yo me siento de este lado”, fue lo que mis oídos oyeron de la boca de Don Antonio. Nos quedamos conversando durante 15 o 20 minutos, suficientes para comentarle el motivo de mi viaje, las inquietudes de la peña –en esa época, yo era el presidente- y que era de Dolores. En ese momento me cuenta que por Dolores tenía un cariño muy especial, ya que a principios de los años 70, su empresa –Alegre Construcciones- había hecho 100 cuadras de pavimento. Me ubiqué en el tiempo, apelando a mi memoria, y le respondí: “Don Antonio, entre esas 100 cuadras, una era donde tiene la carpintería mi padre”. Mayor fue su sorpresa y quiso saber (claro habían pasado 20 años) como estaba el asfalto, si se había roto. Está excelente, fue mi respuesta.
Desde aquella tarde, me llamaba por teléfono, al menos de una vez por mes, para saludarme, preguntarme por mi familia y… por las condiciones en las que se encontraba el asfalto. Pasaron casi 30 años de aquella tarde de 1991, donde yo me sentí presidente por 5 minutos. Don Antonio ya nos dejó. Y la carpintería de mi papá hoy es un galpón de mi propiedad.
Ah, don Antonio, si me está escuchando desde algún lugar, le cuento: el asfalto, salvo alguna pequeña reparación en un sector, después de 50 años continúa intacto.
4) Unidos por la pasión xeneize, por Gabriel Cattolica
Después de más de 10 años de novio con mi actual esposa (Laura Colace), hubo un factor desencadenante para convencerme de oficializar la unión marital: festejar nuestra boda en el quincho anexo a La Bombonera. Así lo hicimos el 23 de septiembre de 2000, nada más y nada menos que el año en que salimos Campeones del Mundo frente al Real Madrid. De ahí en adelante, siempre unidos por la pasión xeneize, con el legado transmitido a nuestros hijos Camila y Lautaro.